48h para liberar el alma

sábado, noviembre 4

Durante un momento intentó traer a la mente algúna situación que le recordase la actual. Y buscando entre los recuerdos todo aparecía borroso y nada le dejaba ver una solución a lo que le pasaba. Ni siquiera un poco de luz que le pudiese sacar de dentro la angustia que le consumía.

Mientras su alma sentía el peso de tanto acongoje, sin tener soluciones pasadas para los presentes, se levantó de su mesa lentamente. Movio los folios de sitio, apagó el monitor, volvió a mover los papeles, se sentó de nuevo, se giró para buscar su maleta...en ella metió sus objetos personales. La ojeó una vez más para cerciorarse de que las llaves de casa estaban. La simple idea de entrar a casa le aplastó un poco más el corazón y se llevó las manos a los ojos para secar las lágrimas pasajeras que inundaron su rostro.

Con todos sus pajaros revoloteando la cabeza y mientras saqueaba una y otra vez las llaves pudo ver un poco de libertad entre sus manos. El destino había puesto en sus manos las llaves del coche. Esas que siempre suelen estar en casa, ese día se habían trasladado a la oficina. Una sonrisa irónica recorrió su rostro mientras la imagen del catalogo de peugeot con la frase "dinamismo a raudales" se paseaba por su mente. - "de película" se dijo.

Volar, volar, volar...quería volar como las gorriones. Volar allá donde la vida es más posible... donde el trabajo no aprieta y las todas las paredes no se derrumban. Al único sitio donde el corazón y el alma pueden encontrar el alívio que nace del cariño y el amor.

Sin mediar palabra con nadie se fué. Se fué. Todos los caminos eran pocos. Todos los pensamientos podrían haber llenado pantanos de lágrimas. Dos llamadas en el camino para
escuchar voces queridas. Millones de curvas, y en cada una preguntas, pocas respuestas y mucha tensión.

"Hogar, dulce hogar". Su Madre entendía que no era normal que su hijo estuviese allí un jueves si no era por motivo laboral. Pero calló, ni preguntó por el trabajo. Mostro su mejor sonrisa, repartió su cariño en la cena y sus ojos sólo transmitian preocupación.

Ellos pensaron lo mismo, sólia compartir las cervezas los fines de semana cuando volvía con los suyos. Pero ese jueves estaba allí. Sólo los abrazos reconfortaron su alma. Las alegrías por encontrarse a un amigo. Sentirse querido y valorado con el simple echo de estar. ¡¡¡ weno queeee, ¿aquí dan cerveza o no? !!!.

Sin decir palabra, sin dar motivos, ni explicaciones. Bebiendose unas cervezas, charlando de la semana, de las chicas, de los amigos y de la vida.... Y recordando batallitas en aquella noche. Recordaron que eran amigos, que una vida juntos así lo ha querido. Saber que hay retiradas que merece la pena alargar en algunas situaciones.

Entender, sin mediar palabras, que allí, en aquel momento alguién necesitaba toda la compañía del mundo y mucha cerveza... . No importaban las resacas en el trabajo, los madrugones ni las mil equivocaciones de un día de trabajo sin haber dormido. Esa noche era más importante lo que estaba pasando allí. Todos parecieron entenderlo.

Marcó un número de teléfono. "Mañana me lo voy a pedir libre,¿puedo?" - Pero....¿te pasa algo?. - No pasa nada, no te preocupes, todo tiene remedio. Alguién al otro lado entendió que algo estaba pasando. Algo intuía, pero no quiso averiguarlo todo en ese momento. Vió justo que me tomase mi tiempo. Cuarenta y ocho horas para liberar el alma, recobrar el
aliento y volver a la vida.

A partir de hoy todo será distinto. Y se durmió.

Escuchando: last man standing (Lucie Silvas)

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