No queda nada

lunes, agosto 18

Aunque no fueron ellos los culpables, no podemos negarles la mala idea de dejarle tanto tiempo libre. Pero no fue el tiempo, ni la gente, ni el lugar... fué él y hoy ya no le queda ni papel.

Ni un resquició de la esperanza que le inundó la habitación unos meses atrás. Las miradas se cruzaron demasiado y no supo donde mirar. Y creyendo ver el sol se quedó ciego y borracho en las aceras saboreando las ultimas gotas de rocio que resbalaban de los tejados.

Allí se encontró con el personaje de otros tiempos, con los mismos miedos y sensaciones que rondaron su cabeza apenas hace un año...dos, tres...la película se repite. No quiere sumergirse en quimeras ni comer racimos nuevos de la vieja parra del patio de la que sólo espera su cobijo en los días de calor.

Sólo su sombra le recuerda el monstruo en el que se ha convertido. Noches en que no hay sueño y el viento susurra cosas que él no entiende...y se agarra a cualquier plan. Los grados de la botella convierten su alma en el revisor de un tren que vuelve a su destino con los mismos vagones que lo vieron partir.

Y se pará junto a la ventana a ver lo rápido que pasan los paisajes, el amarillo de los campos y el sonido monótono sobre los railes con el que intenta enebrar alguna melodía sobre la que poner algo de ritmo a este trayecto.

Y piensa que...siempre podrá comprar papel nuevo con el que limpiarse toda esta mierda.

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